viernes 17 de enero de 2025 - Edición Nº2235

Análisis | 14 dic 2024

El legado de Alfonsín a 41 Años de Democracia

La Inseparable Conexión entre Justicia Social y Libertad, para una Argentina Moderna y Solidaria


Por:
Lic. Diego Gabriel Encinas 🪶

El discurso de Raúl Alfonsín en Parque Norte, pronunciado en 1985, no solo marcó un hito en la historia política argentina, sino que delineó una visión de la democracia y la modernización que sigue siendo profundamente relevante. A más de 40 años de la restauración de la democracia en Argentina, el pensamiento de Alfonsín sobre la justicia social, la ética de la solidaridad y la modernización del Estado se erige como un faro de reflexión frente a las dificultades que aún enfrenta la democracia argentina, y su vigencia resulta más apremiante que nunca.

 

La democracia, para Alfonsín, no era un concepto reducido a la mera elección periódica de representantes; era, en su sentido más profundo, un proceso continuo de participación activa y transformación ética. En su discurso, Alfonsín sostenía que la democracia debía ser "radical", no en el sentido de un extremismo político, sino en el de una democracia sustantiva que fuera capaz de ir más allá de la simple formalidad electoral. La democracia debía implicar la inclusión de todos los sectores de la sociedad, especialmente aquellos tradicionalmente excluidos, y garantizar su participación activa en la construcción de un futuro común. Esta perspectiva vinculaba la democracia con la justicia social de manera indisoluble: no basta con una estructura democrática si esta no está orientada a la equidad, a la distribución justa de los recursos y a la superación de las desigualdades económicas y sociales.

 

En el corazón de la propuesta de Alfonsín se encontraba la ética de la solidaridad. Para él, la democracia no solo debía contemplar la libertad política, sino también la construcción de un orden social que garantizara los derechos fundamentales de todos, sin excepción. La solidaridad no era solo un valor moral, sino una necesidad estructural para la cohesión de una sociedad democrática. En un contexto en el que Argentina había sufrido los horrores de una dictadura militar que dejó cicatrices profundas, Alfonsín entendía que la verdadera libertad solo podía construirse sobre las bases de la justicia social, en un proceso de reconciliación que no fuera superficial ni meramente discursiva, sino auténtica y transformadora. La ética de la solidaridad, lejos de ser un ideal abstracto, representaba un compromiso concreto con los sectores más vulnerables de la sociedad, con aquellos que, históricamente, habían quedado fuera de las oportunidades y derechos que una democracia debe garantizar.

 

En este sentido, la modernización que Alfonsín proponía no era la que asociamos con el neoliberalismo, que reduce la idea de progreso a la expansión del mercado y a la concentración de poder económico en pocas manos. La modernización del Estado que él abogaba debía estar orientada a fortalecer las instituciones democráticas, ampliar los derechos ciudadanos y promover la inclusión de los sectores más marginados. La modernización no debía venir de la mano de ajustes, privatizaciones o desregulación, sino de una profunda transformación del Estado como garante de la justicia social. Para Alfonsín, la modernización era sinónimo de humanización, de un Estado que no solo estuviera al servicio de los intereses del capital, sino de la vida digna de todas las personas, en particular de los que más necesitaban.

 

Una de las virtudes fundamentales de la propuesta de Alfonsín es que concebía la modernización no como una tarea tecnocrática, sino como un proceso ético y participativo. La justicia distributiva, en su pensamiento, no es un concepto abstracto, sino un compromiso político con la redistribución de la riqueza y el acceso universal a los bienes comunes, tales como la salud, la educación y la vivienda. La democracia que Alfonsín defendía no podía concebirse sin justicia distributiva, sin una intervención activa del Estado para corregir las desigualdades sociales y económicas que impiden que todos los individuos puedan ejercer su libertad de manera plena. En este sentido, su visión de la democracia no solo era inclusiva, sino también transformadora, orientada a una redefinición profunda de las relaciones sociales y de poder.

 

La perspectiva metodológica de Ernesto Laclau nos permite comprender aún más la importancia de este discurso, especialmente en cuanto a la articulación hegemónica de la que hablaba Alfonsín. En términos laclausianos, el discurso de Alfonsín se presenta como un intento de articular un bloque histórico en torno a la justicia social. La "justicia social" era un significante vacío en su discurso, capaz de integrar las demandas sociales de sectores disímiles, pero todos ellos necesitados de un proyecto común. Así, Alfonsín construye un "pueblo" como sujeto político, un pueblo que no es homogéneo, pero que se une en torno a la idea de justicia social. Esta unidad no se logra mediante la imposición de una única visión, sino a través de la creación de una narrativa compartida, de un discurso que permita que las diferencias sean negociadas y canalizadas en un proyecto democrático de transformación social. Frente a las ideas neoliberales de hoy, la propuesta de Alfonsín se muestra en toda su potencia y relevancia. En un contexto global y local donde las políticas de ajuste, privatización y desregulación siguen siendo promovidas por sectores políticos que ven la libertad como una cuestión exclusiva del mercado, las ideas de Alfonsín se erigen como una advertencia ética y política. En su tiempo, Alfonsín fue capaz de comprender que la verdadera libertad no podía ser desligada de la justicia social. De hecho, la libertad solo puede ser plena cuando se asegura que todos los sectores de la sociedad, especialmente los más vulnerables, tengan acceso a las condiciones materiales y sociales que les permitan desarrollarse plenamente. La modernización, en su visión, no era solo una cuestión de crecimiento económico, sino de justicia distributiva, de un reparto equitativo de los frutos del progreso. Hoy, a 41 años del retorno a la democracia, las ideas de Alfonsín sobre la democracia y la justicia social siguen siendo esenciales. Si bien el contexto histórico y político ha cambiado, la tarea pendiente sigue siendo la misma: construir una democracia inclusiva, solidaria y participativa, que no esté subordinada a los intereses del mercado, sino orientada al bienestar común. La lucha por una justicia social que no sea solo un discurso, sino una realidad cotidiana para todos los ciudadanos, sigue siendo el desafío más grande para la Argentina y para América Latina en general. La visión de Alfonsín, con su propuesta de modernización solidaria y democrática, nos recuerda que la democracia no es solo un sistema político, sino un proyecto ético y colectivo que requiere de nuestra constante reflexión y compromiso.

Autor: Lic. Diego Gabriel Encinas.

Fuentes:

  • Alfonsín, R. R. (1985). Discurso en el predio de Parque Norte de la Capital Federal. En A. Díaz (Ed.), Discursos que hicieron historia (pp. 543-588). Revista Derechos en Acción, Año 2018. Universidad Nacional de La Plata. Disponible en:  https://revistas.unlp.edu.ar/ReDeA/article/download/6400/5523/17731
  • Laclau, E. (1985). “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política”, J. Labastida (coord.), Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, pp. 1944.
  • LACLAU, E. (2006). “La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana”, Nueva Sociedad, 205, 56-61
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