miércoles 27 de agosto de 2025 - Edición Nº2457

Análisis | 11 abr 2025

No habrá peronismo real, sin su columna vertebral en pie


Por:
Gustavo Matías Terzaga ✍️

El problema no radica en exigirle hoy a la CGT que vuelva a ser lo que alguna vez fue, la cuestión crucial es mucho más profunda, más compleja y más estructural: reconstruir al sujeto histórico que le dio origen, sentido y potencia.

 

Lo que estamos atravesando no es una crisis coyuntural más, es la fase final de un modelo de dominación y saqueo que, desde hace casi medio siglo, avanza sobre los escombros de un país que alguna vez tuvo un movimiento nacional, popular, industrial y soberano. El de Perón y Evita.

 

Desde el golpe cívico-militar de 1976, una oligarquía financiera, rentística y subordinada a los intereses del capital trasnacional tomó por asalto al Estado y lo transformó en un instrumento al servicio de la desposesión social y del patrimonio nacional. Se trató de destruir las chimeneas de Perón y de aplastar al sindicalismo organizado. Pero el objetivo era más profundo aún; amputar la memoria popular, la representación peronista, desarticular la conciencia nacional, borrar los vínculos de solidaridad y comunidad.

 

La clase trabajadora fue así convertida en variable de ajuste y víctima principal de un plan sistemático de represión directa, desaparición de dirigentes, disciplinamiento por el terror y, en paralelo, una ofensiva cultural que, desde la dictadura en adelante redujo al sindicalismo a la caricatura de una burocracia tóxica y anacrónica.

 

El menemismo como fase política de profundización del plan de Martínez de Hoz fue el punto de inflexión: consolidó la extranjerización, la privatización y la desindustrialización, pero también licuó el sujeto social del peronismo, desde el peronismo.

 

Más acá en el tiempo, la CGT fue blanco permanente, también de quienes representaron lo popular pero jamás comprendieron que sin organización obrera no hay democracia social posible ni proyecto político sostenible. Sectores progresistas que aún hoy se comen la curva con el relato de la burocracia sindical de dirigentes obreros traidores y millonarios. Desde 2003, vinieron años en los que se intentó recomponer una política nacional (no de liberación nacional) pero que sobre el final se quedó sin estructura popular real.

 

En ese proceso, Cristina Fernández de Kirchner se convirtió en figura central de un modelo de conducción que, si bien tuvo conquistas importantes, disputó terreno a los buitres de acá y de afuera y puso a disposición un Ministerio para los trabajadores, eligió operar la política con lógica palaciega. Y la rosca desplazó a la representación. El verticalismo reemplazó la construcción colectiva de base por un club de adoradores acríticos.

 

El Movimiento Obrero fue usado como base electoral, pero despreciado como actor político autónomo, y el vínculo terminó en 2011, luego de la muerte del flaco Kirchner. En ese marco, el sindicalismo fue visto con sospecha o directamente como un estorbo: muchísimos años sin que Cristina pisara la central obrera, mientras que, durante su administración, Perón desayunaba todos los días con ellos.

 

La desconfianza hacia todo sector con poder popular autónomo -que con buena conducción fortalece un gobierno y un proyecto político- erosionó la posibilidad de reconstruir una verdadera columna vertebral del proyecto nacional durante el kircnerismo. Por el contrario, fue vaciada.

 

Macri, Milei y toda restauración conservadora que venga, continuará el trabajo iniciado por Martínez de Hoz y profundizado por Menem, intentando destruir ese dique de contención al avance antinacional, que es nuestro modelo sindical.

 

Pero no todo el retroceso sindical se explica por decisiones políticas. También el mundo del trabajo ha cambiado de forma irreversible por el mero transcurso del tiempo y el avance del desarrollo científico y tecnológico. La precarización, la tercerización, la automatización, la digitalización y la expansión de nuevas formas laborales desancladas del empleo formal, debilitan la densidad organizativa clásica y con ello su poder de acción.

 

Los trabajadores de plataformas, los freelancers, los monotributistas crónicos, emprendedores, los sectores de trabajo alternativo- crecientes y cada vez más estratégicos- operan por fuera de los canales tradicionales de representación. Con pérdida de esa base material, lógicamente, la representación sindical pierde fuerza.

 

Así, con menos trabajadores formales, menor poder de fuego, un Estado desarticulado y una clase política que la golpea, se le exige a la CGT que actúe como si el movimiento estuviera vivo, articulado y con vocación de lucha. Pero el cuerpo está fragmentado y la conducción estratégica no aparece o no la dejan aparecer.

 

Y sin embargo, hoy, incluso en su estado de desgaste, la CGT ha hecho más que toda la oposición política junta. Ha salido a la calle cuando otros especulaban. Ha puesto el cuerpo mientras otros se refugiaban en el cinismo de la rosca. Su sola presencia, aunque limitada, constituye un hilo de continuidad con una historia de lucha obrera que no va a morir en este país. Porque en esta Argentina saqueada, todavía respira la memoria latente de la clase trabajadora organizada. Nuestro Movimiento Obrero, con sus luces y sus sombras, es el mejor del mundo.

 

La reconstrucción no vendrá desde arriba, ni desde los pasillos del Senado ni desde las usinas de Twitter, ni del Instituto Patria. Vendrá desde abajo, desde las organizaciones reales, desde la mística de los delegados de base, desde los talleres, las cooperativas, los comedores, las multisectoriales, clubes y parroquias; desde ese barro donde aún se gesta lo nacional.

 

La batalla que viene no es sólo por salarios o convenios, es una disputa por el sentido, por la historia, por la dignidad y la recuperación de los objetivos nacionales y el rol político de los trabajadores. Y si hay futuro, será con el Movimiento Obrero como sujeto político, básicamente, porque no hay nación posible sin clase trabajadora organizada y fortalecida. Y no habrá peronismo real sin su columna vertebral en pie.

 

VIVA NUESTRO MOVIMIENTO OBRERO ORGANIZADO!!

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