sábado 27 de julio de 2024 - Edición Nº2061

Análisis | 5 feb 2024

Elio Noé Salcedo 🪶

🇦🇷 El Consejo Nacional de Posguerra y el presente argentino


Habiendo sido elegido ya Presidente de la Nación por tercer vez, y estando en el Salón Blanco de la Casa Rosada frente a funcionarios y técnicos que intervendrían en la elaboración del Plan Trienal de 1974-1977 (que no pudo llegar a cumplirse por su fallecimiento y por el golpe de 1976), el teniente general Juan Domingo Perón revelaba que, siendo presidente del gobierno revolucionario de 1943 el general Edelmiro Farrel (1944), y próxima a concluir la Segunda Guerra Mundial, fue entonces cuando le encargaron “preparar una acción para el país que nos permitiera zafar de esa situación dentro de nuestras pobres posibilidades”, que a la sazón se convirtieron en las bases ideológicas y doctrinarias del peronismo.  

 

Fue a eso que se dedicó el Consejo Nacional de Posguerra, constituyendo un gran cuerpo de concepción, que elaboró un catecismo doctrinario de donde surgieron las consignas que “nosotros mismos pusimos en ejecución” una vez en el gobierno a partir de 1946.

 

En efecto, el Consejo Nacional de Posguerra -señalaba Perón en esa oportunidad frente a su gabinete ampliado-, “nos dio la posibilidad de establecer grandes líneas doctrinarias e ideológicas, y nos permitió también preparar los estudios necesarios para una planificación que los pudiera hacer efectivos”. “Recuerdo -diría Perón- que cuando hicimos ese plan nos pusimos a estudiar en la historia argentina qué otros planes habían precedido al nuestro. Por lo menos llegamos hasta la Junta de Mayo”.

 

Fue allí seguramente donde Perón y los jóvenes militares de su generación se encontraron con el Plan de Operaciones de la Revolución de Mayo mentado y escrito por Mariano Moreno. Por eso hemos afirmado que muchos lineamientos del peronismo estaban prefigurados en aquel Plan de Operaciones, antecedente a su vez de cualquier proyecto nacional de comunidad organizada y realizada.

La labor del Consejo Nacional de Posguerra -continuaba Perón en aquel diciembre de 1973-, le permitió a nuestro país dos cosas fundamentales: primero, impedir que los países que habían hecho la guerra nos la hicieran pagar, y, en segundo lugar, preparar una transformación del país, que indudablemente habría de corresponder al cambio que en el mundo traía la segunda guerra mundial”, eso sí, en forma independiente de los Estados vencedores.  

 

Las grandes líneas

 

El punto de partida de nuestra acción revolucionaria -le contaría Perón a sus funcionarios- dio un contenido filosófico al movimiento, del cual emanó nuestra Doctrina Justicialista”, llamada así en consideración al primer término -Justicia- de una de las grandes banderas peronistas: la Justicia Social. Aunque como el mismo Perón lo admitía, podría haber llamado también socialista a su movimiento, en consideración al segundo término -social- de aquella bandera peronista. Finalmente, no le pareció conveniente el término “socialista”, dado el desprestigio al que lo había sometido la izquierda colonial y gorila desde Juan B. Justo en adelante.

 

Volviendo a aquel discurso en el Salón Blanco de la Casa Rosada, a solo dos meses de haber iniciado su tercer gobierno, Perón recordaba así los días de 1944 en el Consejo Nacional de Posguerra: “Fue también en aquella misma ocasión que manifesté a mis compañeros revolucionarios que las premisas fundamentales de nuestro quehacer debían ser las siguientes: primero, lograr la Unidad Nacional, para que, cuando fuera necesario sufrir, lo sufriéramos todos por igual (esa resulta una de las grandes diferencias con los neoliberales y libertarios) y cuando fuera tiempo de gozar lo gozáramos todos por igual también”, principio igualmente negado por los mismos sectores de privilegio, pretendiendo gozar solo ellos de las ganancias y bienestar que nuestro rico país les proporciona.

 

Cabe recordar también, que es la Doctrina Social de la Iglesia la que entre sus principios fundamentales proclama el “acceso universal a los bienes comunes que han sido creados por Dios y/o desarrollados por el hombre”, derecho que también está inscripto en nuestra Constitución Nacional.   

El otro postulado que Perón rescataba frente a sus pares en 1944, era el de la Justicia Social, de profundo contenido humano, sin el cual toda Revolución no pasa de ser un simple movimiento de tropas (o, en su defecto, una estafa al propio pueblo si no hace lo que el pueblo quiere). El patrimonio ideológico de nuestra Doctrina Justicialista -les decía Perón- está enfocado en trabajar para labrar la felicidad del pueblo y asegurar la grandeza de la Patria. Nosotros queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”.

 

Todo olvido, omisión o desvirtuación en la práctica de esos principios es una concesión hecha a los que pretenden lo contrario y que una vez más los tenemos gobernando. Baste recordar que ello sucede, entre otras causas, por una de nuestras concesiones al sistema oligárquico: el sistema francés del ballotage, traído a la Argentina por el mismo neoliberalismo para burlar la voluntad popular. Es por eso que no gobierna la mayoría sino la suma de dos minorías perdedoras.

 

 Pues bien, al finalizar aquella exposición, y después de desarrollar los puntos fundamentales de su tercera posición en política internacional, que “nos conducirá a la anulación de todo dominio imperialista en el mundo”, Perón nos prevenía una vez más en 1944 y lo ratificaría en 1973, sin que tomáramos las previsiones del caso.

 

El problema de la comida y de la materia prima -nos advertía Perón- impulsa ya a los súper desarrollados a lanzarse a la conquista de las carencias futuras, y eso es precisamente de lo que nosotros tenemos obligación de defendernos desde ya, porque si dejamos que el tiempo pase, tendremos después que resignarnos a una desgracia, que indudablemente nos llegará a su turno”.

 

No solo el siglo XXI nos encontró desunidos y dominadosHemos dejado pasar el tiempo sin tomar cartas en el asunto ni defendernos preventivamente, cuando tropas extranjeras -aparte de las que ya ocupan Malvinas- ingresarán a nuestro territorio, autorizadas por el PEN -y esperemos que no por el Poder Legislativo- para ocuparlo en forma desvergonzada y en forma vergonzosa también para nosotros.

Más allá de políticos venales, traidores o impotentes, la Argentina se encuentra hoy en el punto anticipado por el general Perón en 1944 y ratificado en diciembre de 1973, sin que unos y otros atinen a enfrentar el avance de los que vienen a sacarnos todo. De eso se trata.

 

Los súper desarrollados (representados por un outsider, cooptado a nivel local por la verdadera casta: el poder real asociado a esos intereses internacionales) se han lanzado desvergonzadamente a la conquista de sus carencias presentesy futuras

 

Lo que no podemos hacer, es resignarnos a la desgracia que nos ha llegado finalmente, y que ya estamos padeciendo. 

 

Elio Noé Salcedo

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