
Análisis | 26 feb 2025
La recuperación de un camino histórico
Elio Noé Salcedo 🪶
La ausencia o pérdida en el presente de una conciencia nacional colectiva y mayoritaria, o como la llamaba Manuel Ugarte, de una ideología nacional -conformada a lo largo de nuestra historia indo-ibero-americana y argentina con las enseñanzas de la propia historia y los aportes teóricos de distintas vertientes nacionales-, nos plantea la necesidad de su recuperación y restauración, pues es sabido que sin ideología, sin doctrina, sin una teoría efectiva, no es posible alcanzar un objetivo, dada la imposibilidad de ver el camino a transitar sin las luces que nos permitan ver su trazado, sus dificultades, su dirección y el lugar al que nos conduce, cuando las doctrinas probadas en una etapa del camino se han desnaturalizado, han sido abandonadas a mitad del camino o, en su defecto, resultan ya insuficientes, impotentes o infructuosas para proseguir la marcha por un camino cada vez más oscuro y sinuoso.
Después de la muerte del Gral. Perón, aquel movimiento nacional que el líder de los trabajadores había conducido a la victoria y que había permitido una verdadera transformación de la Argentina, fue perdiendo su hegemonía dentro de la política argentina, ora derribado por los golpes de Estado de 1955 y 1976; ora derrotado en las urnas, como en 1983 (cosa que no había sucedido nunca); ora haciendo lo opuesto -como en la década del ’90- a lo que había sabido construir el peronismo en sus épocas gloriosas; ora resurgiendo como opción ganadora con una ideología progresista; aunque dada la destrucción del aparato productivo argentino durante la dictadura de Videla y Martínez de Hoz, esta vez ya no se asentaba en los pilares históricos y triunfantes del peronismo en su primera gran etapa: el Movimiento Obrero y el Ejército nacional, sino en un sector activo y/o dinámico de la clase media, perdiendo poco a poco el vigor y contundencia de sus orígenes históricos.
Esta vez no sucedía tampoco lo que le había sucedido a aquel sector dinámico de la clase media surgido de la crisis de conciencia después de 1955, clara manifestación de la nacionalización de las clases medias en aquel momento.
Ese fenómeno de nueva conciencia nacional de las clases medias había surgido del choque y/o contradicción con la política anti nacional de sus aliados gorilas de 1955 en las Universidades y de la comprobación de esa misma realidad con el golpe de Estado de 1966, que la reprimió en la Noche de los Bastones Largos e intentaría sacarle todos los derechos adquiridos desde los tiempos de la Reforma Universitaria, adquisición de derechos que se había extendido y profundizado en la década histórica del peronismo a través de la gratuidad de los estudios superiores, democratizando el acceso a la Universidad de los sectores obreros y permitiendo innumerables actividades gremiales que sumaban derechos a los estudiantes universitarios.
Ni en 1976 ni en 1983 se produjo semejante crisis de conciencia ni revisión de sus posturas por parte de las clases medias, que, por el contrario, desde las juventudes políticas o de las organizaciones armadas habían acompañado subjetiva y objetivamente la oposición al gobierno de Isabel Perón, no sin antes haber cuestionado al propio Perón, para terminar siendo objetivamente funcionales al golpe de 1976; aunque después repudiaran el terrorismo de Estado que sobrevino, con el secuestro, la tortura, la desaparición, la violación y la muerte impune de muchos jóvenes, sobre todo, que habían militado antes del golpe contra el propio gobierno nacional, popular y democrático peronista.
Volvía a pasar en 1976 -aunque esta vez de manera mucho más trágica, letal y terrorífica-, lo que le había sucedido a la clase media activista después de la caída de Hipólito Yrigoyen, cuando el sector reformista universitario comprobara que el golpe de 1930 no había sido a su favor sino en contra del pueblo del que ellos formaban parte, aunque paradójica y trágicamente recién se dieran cuenta cuando ya era demasiado tarde.
En 1983, en cambio -en lugar de aquella crisis de conciencia superadora que se expresara concretamente en los ’60 en la alianza plebeya con el pueblo y el movimiento obrero peronista de Córdoba que tuviera su máxima expresión en el Cordobazo-, en los ’80, después de la sangrienta y destructiva dictadura de 1976 y de la trágica desmalvinización que sobrevino tras la derrota de Puerto Argentino en 1982, llegó al poder esa misma clase media que había repudiado históricamente al peronismo en el pasado y que, de forma particular, apenas muerto Perón, había pasado a la oposición contra el gobierno de su esposa, gobierno nacional, popular y democrático debilitado y atrapado entre los fuegos cruzados de la oligarquía resurrecta, los militares golpistas, el lockout patronal y el terrorismo gorila, además de los sectores internos que ya habían capitulado en sus principios y contribuían al caos general, a la derrota popular que se venía y, en definitiva, al retroceso de la historia.
Tampoco hubo en estos últimos años una revisión profunda de las “desviaciones históricas” de esta etapa, como lo hiciera la generación universitaria del 50, 60 y 70, expresada dicha revisión en los documentos de 1962 y 1970 y políticamente en todo el país en las puebladas de Resistencia, Corrientes, Tucumán, Salta, Paraná, Santa Fe, Rosario, Cuyo, y particularmente en las jornadas de 1969 junto al Movimiento Obrero Organizado de Córdoba y de todo el país.
Resulta no solo oportuno sino imprescindible recuperar esa conciencia histórica del pasado y con ella conformar un movimiento nacional que vuelva a tener en su seno a todos los sectores fundamentales de la Patria -el Movimiento Obrero, los Veteranos de Malvinas y los sectores nacionales de las Fuerzas Armadas, las Amas de Casa y las Mujeres en general que luchan por sus derechos específicos, los pequeños y medianos empresarios nacionales, los sectores universitarios, docentes, profesionales, artísticos e intelectuales, los desocupados, autónomos, jubilados y pensionados y los sectores de la economía popular emergente, sin ninguna distinción de raza, credo, sexo o género- bajo una misma ideología nacional común que una a sus integrantes y los potencie en la lucha conjunta, consciente de la grave situación actual y de las necesidades de la Patria en el presente y en la construcción de un futuro cierto y a la vez prometedor y confortable para todos. Creemos que la patria lo demanda.


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