domingo 28 de abril de 2024 - Edición Nº1971

Opinión | 14 mar 2023

Por Luciano Moreno Calderón 🪶 ⚔️

🇦🇷 Legítimos derechos de integridad territorial, por sobre falaces deseos coloniales de autodeterminación


Sin pretensiones de innovar en el análisis de la Cuestión, la Causa o la Gesta de Malvinas, sino más bien informar, es que hago este escueto artículo, que podría describirse como una síntesis analítica de un aspecto muy importante de la disputa por la descolonización del territorio argentino usurpado por el Reino Unido, como es la presencia de la población implantada luego la usurpación acaecida en 1833 en nuestras islas para violar la integridad territorial argentina y sus efectos, a propósito del festejo idiota de un supuesto referéndum simulado hace 10 años en nuestro territorio argentino por parte de los semovientes británicos que ocupan con su presencia el suelo argentino, usurpado criminalmente por el Reino Unido.

 

Es importante destacar que cada palabra con número de referencia, en negrita y subrayada, lleva a un link para ampliar información de aquello a lo que se refiere. Con el dedo en el celular o la Tablet o el señalador del mouse en la Pc se puede ahondar en esta pequeña exposición.

 

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USURPACIÓN BRITÁNICA. LAS TRAICIONES Y SU CONTEXTO

 

Luego de la primera expansión colonialista que significó la conquista de los territorios de los pueblos originarios americanos por parte de la Corona Española en el 1500, a partir del 1800, tristemente, como preludio y desde nuestra independencia, se inicia para nuestra incipientemente Argentina la segunda etapa de un proceso denominado colonialismo1, esta vez encabezado por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, coronado amo de los mares luego de la Batalla de Trafalgar2 (1805), tal cual se puede constatar con las repelidas invasiones inglesas a Buenos Aires (1806-1807), la usurpación británica de Malvinas en 18333 (propuesta 80 años antes por el Comodoro británico George Anson4 y evitada por la Corona Española dos veces), y el bloqueo Anglo-Francés5 que gestó la heroica Batalla de la “Vuelta de Obligado”6  (1845). Todos eventos que fueron parte de este voraz y criminal proceder furtivo.

 

Pero esta estrategia de las potencias imperialistas, no se redujo a nuestra porción del globo, sino que se irradió con furia al resto del mundo a mediados de esa centuria, teniendo como rasgo distintivo, el que los países fuertes de ese momento (Gran Bretaña, y también sus hoy aliados OTAN) se expandieran en busca de nuevos apostaderos militares, mercados y materias primas, esgrimiendo a su depredatorio paso de latrocinio, un criminal modus operandi –profunda y doctrinariamente- esclavista, racista y discriminatorio, tendiente a lograr la dominación política y económica de un territorio o de un pueblo, por parte de un gobierno, estado, imperio o corona extranjera muy distante (denominado metrópoli), teniendo como único argumento legitimador la fuerza.


La invasión británica a Malvinas acaecida el 3 de enero de 1833 se inserta en este contexto de rapiña internacional, y, así como no existe un único artífice y beneficiario, tampoco ocurrió por inercia histórica o casualidad. En el caso de la usurpación de nuestras islas en el Atlántico Sur, podemos decir que esta fue favorecida, no causalmente, por la previa invasión y destrucción de Puerto Soledad llevada adelante por la fragata estadounidense Lexington7 –realizada a finales de 1831 hasta finales de enero de 1832- al mando de Silas Duncan8, Capitán de la Armada de los Estados Unidos, quien destruyo gran parte del próspero asentamiento argentino, encargándose meticulosamente de arruinar los polvorines, y así dejar indefenso el territorio para que, exactamente un año después, los británicos se apoderaran de él.

 

La usurpación de Malvinas, por otra parte, es importante recordarlo, se produce estando vigentes varios tratados y/o acuerdos con validez jurídica subscriptos por el Imperio británico, y que implicaban tácita y/o explícitamente el reconocimiento de la soberanía Española -y luego el de las Provincias Unidas del Río de la Plata- sobre los mares del Sur y las Islas Malvinas, como ser -solo por citar dos ejemplos-: la Convención de Nootk Sound9 (1790) -entre Gran Bretaña y España-, o el Tratado Amistad, Comercio y Navegación10 (1825) que Gran Bretaña firmó con las nacientes Provincias Unidas del Río de la Plata.

 

También es imperativo recordar que todos estos instrumentos de valor jurídico no solo fueron ignorados por nuestro historio invasor, sino que igualmente los desconoció su eterno aliado, EEUU. Prueba de ello es que luego de atacar el asentamiento argentino para provocar su indefensión –favoreciendo o generando el impulso de invasión colonial de Gran Bretaña- y luego de la ocupación británica, ante los reclamos argentinos por el acto piratería estadounidense de 1832, el gobierno yanky puso en duda la soberanía argentina de las Malvinas, a pesar de haber ellos mismos acuñado la Doctrina Monroe11 (1823) diez años antes. Una doctrina que -claramente en apariencia- buscaba mostrar una supuesta unidad americana, al dejar claro a todo el mundo que cualquier agresión de potencia extra-continental que atentara contra la independencia o integridad territorial de los pueblos americanos, sería entendida como una agresión contra EEUU.

 

Que se entienda bien. La doctrina Monroe, en termino facticos no quería lograr que América fuera para los americanos; sino pura, y exclusivamente, para los norteamericanos. EEUU sí podía –pretendía y pretende- atentar contra la soberanía y depredar sin restricciones los recursos y habitantes de las nacientes independencias que comenzaban a institucionalizarse apartados de las metrópolis europeas. Para que quede claro: “América para los norteamericamos” era la verdadera fórmula que escondía dicha doctrina, y eso quedó expuesto con nitidez en 1832, 1833 y luego más patente en 1982, cuanto también el país del norte que nos considera su patio trasero, favoreció al usurpador, a pesar de existir, además de la Doctrina Monroe, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR12).

 

Pero al enemigo no solo lo teníamos y tenemos a nuestro lado -como es el caso de EEUU-, sino inserto en la médula de la cuestión. Ya lo expone con inmortal claridad un conocido dicho que como preludio a esta pequeña digresión es importante recordar: hay que tener más miedo a los de adentro que nos quieren vender, que a los de afuera que nos quieren comprar. Esto lo podemos ver con claridad cuando, desde la creación misma de la Comandancia política Militar de Malvinas(1829), Luis Vernet13, no pudiendo ignorar todos los inconvenientes históricos y políticos que habían sido producto de las ilegítimas pretensiones británicas sobre nuestras Islas, buscando claramente tentar a la potencia colonial, envió una carta a Woodbine Parish14 -encargado de negocios británicos en Buenos Aires- diciendo: “No tiene más que puntualizar a su gobierno las ventajas que obtendrían sus barcos de guerra que dan la vuelta al Cabo de Hornos con tocar en las islas en vez de hacerlo en los puertos de Brasil”. A raíz de esta misiva, como era de esperarse, el encargado de negocios británicos informó, en noviembre de 1829 a sus superiores15, que Vernet “se sentiría muy satisfecho si el Gobierno de Su Majestad toma bajo su protección el Establecimiento fundado”. Posteriormente a la usurpación -para que la historia pueda confirmar su traición o total estupidez-, pareciendo no advertir que nadie paga a traidores, quiso pedir se respeten sus propiedades16. Esta fue una pequeña digresión necesaria. Un retazo histórico poco divulgado, incluso por los cronistas de hamburgués, que demuestra que el enemigo más peligroso es que el tenemos dentro.

 

Volvamos a la usurpación. Desde que la nave Clío17 al mando de Capitán John Oslow llega a las argentinas costas de las islas Malvinas y expulsa a las legítimas autoridades encabezadas por el cobarde José María Pinedo18 –bis abuelo del dirigente Federico Pinedo19-, los británicos realizaron de manera estratégica una verdadera limpieza étnica. Comenzaron por expulsar a los pobladores de las Provincias Unidas del Río de la Plata y a todos los que se oponían o pudieran oponerse a su invasión y gobierno de facto (que eran los legítimos habitantes de las islas), para luego reemplazarlos por colonos británicos (principalmente de la colonia británica de Santa Elena20) y  posteriormente restringir con sistemática meticulosidad la posibilidad de establecimiento de cualquier argentino, dando inicio así, a la homogenización cultural identitaria de la población. Un modus operandi que se prolonga invariablemente en el tiempo, y busca consolidarse en el remedo institucional que los británicos y sus mascotas denominaron ¨Constitución de las Islas Falkland del 2008¨21, la cual posee amplias restricciones en política inmigratoria, con el único y tenaz objetivo de profundizar y hacer énfasis en el carácter británico de los habitantes implantados en nuestro territorio argentino.

 

DESCOLONIZACION, HIPOCRESÍA, TERGIVERSACIÓN, SEDUCCIÓN Y DOBLE ESTANDAR BRITÁNICO

 

Con la finalización del desastre humanitario que significó la Segunda Guerra Mundial, provocado por la forma en el finalizó la Primera, así como el fracaso de lo que fue la Sociedad de las Naciones22, surge la necesidad de crear un organismo internacional que trate de atenuar la posibilidad de nuevos conflictos de gran escala, se comienza a conformar lo que hoy llamamos Organización de las Naciones Unidas, que fue una “reconfiguración” de la vieja organización para dejar de lado -supuestamente- sus viejas desigualdades. Este proceso inicia en 1945 con la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Organización Internacional” luego conocida como “Conferencia de San Francisco”23, que terminó gestando la actual Carta de la Organización de las Naciones Unidas.

 

En esta conferencia desarrollada entre abril y junio de 1945, se planteó con firmeza la necesidad de terminar con el colonialismo en cualquiera de sus formas, por el peligro de que este crimen y sus consecuencias volvieran a ser germen de otra guerra a escala global. Obviamente las potencias que tenían colonias, la mayoría victoriosas de la guerra, no querían desprenderse de sus posesiones, por lo que, para generar un proceso que llevara a este objetivo, se crearon dos figuras para encuadrar institucionalmente esta situación e individualizar los casos que había que modificar. Así, los territorios bajo yugo colonial se dividieron en (1) Territorios bajo Administración Fiduciaria y (2)

Territorios No Autónomos24.

 

Un año después de la Conferencia de San Francisco y habiéndose ya creado la Carta de Naciones Unidas, el Reino Unido, por propio impulso –y quizás por primera y única vez en su historia sin medir las consecuencias de lo que hacía-, incorporó a Malvinas como Territorio no Autónomo, según quedó registrado en la Resolución 66(I) de 194625, es decir, enmarcado en el Art. 73 de la reciente Carta de Naciones Unidas. Argentina, por su parte, obviamente, presentó de inmediato una protesta formal por esta incorporación, dejando explícitamente claro que las Islas Malvinas eran territorio argentino, usurpado por la corona británica.

 

Pasados 15 años de la creación de la Carta de las Naciones Unidas, el 14 de diciembre de 1960, producto de la grave amenaza que significaba -y aún significa- el sostenimiento del colonialismo a los derechos del hombre y los pueblos, la Organización de las Naciones Unidas, por medio de su Asamblea General (en adelante AGNU) dicta la Resolución 1514(XV)26 que, en sus fines, concienzudamente plasma las siguientes palabras:

  • ¨creyendo que el proceso de liberación es irresistible e irreversible y que, a fin de evitar crisis graves, es preciso poner fin al colonialismo y a todas las prácticas de segregación y discriminación que lo acompañan y convencida de que todos los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional, proclama solemnemente la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones¨; luego en su parte declarativa dice: ¨Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas¨.

 

Un día después de la histórica Resolución (1514), se consensua una nueva relacionada con la descolonización, la Resolución 1541(XV)27. En ella se deja claro que “los autores de la Carta de las Naciones Unidas tenían la intención de que el Capítulo XI (Art73) se aplicara a los territorios considerados entonces de tipo colonial”.  Es decir, el Reino Unido, al incorporar Malvinas como Territorio No Autónomo (Res 66/I) y comprometerse a entregar la información sobre él que la Carta estipulaba, había dejado claro que las Islas Malvinas eran una colonia británica, y, por lo tanto, según la Resolución 1514 del día anterior, uno de los territorios encuadrados en el proceso de descolonización, que debía iniciase cuanto antes mejor. 


Producto de la Resolución 1514(XV), un año después (1961), se crea el ¨Comité Especial de Descolonización¨28 con el único y trascendental objetivo de orquestar todos los medios para obtener la finalización de este sistema injusto y criminal (Res 2621/XXV)29 de dominación que, para ese entonces, extendía sus garras a más de 80 territorios en los que vivían aproximadamente 750 millones de personas. Hoy quedan 1730 y la mayoría son retenidos por Reino Unido.

 

Pasemos en limpio. La comunidad internacional organizada, el 14 de diciembre de 1960, por medio de la Resolución 1514, explicitó la necesidad de finalizar con el colonialismo dando el primer paso al crear un organismo para terminar con él, por ser este, un sistema de dominación político y militar mediante el cual, una potencia conocida como metrópoli (RU en este caso), ejerce un control formal y directo sobre otro territorio”31 que legítimamente no le pertenece para aprovechar y depredar sus recursos, porque esto -ya se veía en aquel momento- atentaba y atenta contra la paz mundial. Luego, el 15 de diciembre de 1960 (por medio de la Res. 1541/60) –un día después de la señera Res 1514-, dejó claro que lo que había y hay en Malvinas es una colonia británica, por la simple razón que el propio Reino Unido fue quien incorporó estos territorios como “no autónomos” en 1945, tal cual testifica la Resolución 66/I.


Pasado cinco años de la sanción de Resolución 1514 y cuatro de la creación del Comité Especial de Descolonización, el 16 de diciembre de 1965, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) dicta nuevamente una resolución concerniente a la descolonización, pero refriéndose específicamente a la “Cuestión Malvinas”32, la 2065/XX33, que, en su afán de terminar con este flagelo criminal, explicita:

  • “teniendo en cuenta los capítulos de los informes del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales” y “habiendo examinado la cuestión de las Islas Malvinas” entiende que estas se “encuadran” dentro de los territorios a descolonizar y admite la “existencia de una disputa entre los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte acerca de la soberanía sobre dichas Islas” e “Invita a (a ambos gobiernos) a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial de Descolonización encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 de la Asamblea General, así como los INTERESES de la población de las Islas Malvinas”.


Esta resolución (la 2065/XX) a pesar de su claridad conceptual, abrió una brecha para el ingenioso oportunismo tergiversador de la aceitada diplomacia británica, que trata de desvirtuarla desde su misma concepción –en el preludio de la Crisis del Petróleo34 y con mayor intensidad a partir de la década del 70´ (hasta hoy, lamentablemente)- comenzando a intentar introducir en la disputa por la descolonización del Atlántico Sur, la necesidad de ¨autorización previa¨ (deseos) de los isleños para comenzar la solución dispuesta por la Resolución 2065/XX35, mostrando así, la engañosa intención de otorgar al archipiélago una falaz autonomía política, implantando, principalmente en la opinión pública mundial, la necesidad de una ¨legitimación democrática vía referéndum¨36 para brindar la Autodeterminación de los Pueblo (sacada de contexto de la Res. 1514) que bien sabe la cancerígena metrópoli no es aplicable sobre nuestras Islas Malvinas, donde prima de respeto al Principio de Integridad Territorial, según los expresos designios del Comité Especial de Descolonización, que las excluyo, por existir una disputa territorial, y porque, específicamente en el caso de nuestras Islas, la población de éstas fue implantada deliberadamente luego de una expulsión compulsiva de los argentinos existentes en ellas, para quebrantar este principio de territorialidad; incluso así lo entendió la ONU en la Res 2065/XX cuando insta a Argentina y el Reino Unido (únicas partes de la disputa) a dirimir pacíficamente el retiro colonial, teniendo en cuenta los INTERESES de los isleños (factor objetivo) y no sus DESEOS (factor subjetivo), como lo pretende la estrategia del usurpador y lamentablemente algunos infiltrados pro-británicos de la diplomacia ´argentina´37 con demasiada publicidad e incidencia.

 

Ahora bien. Como dato de color necesario para visualizar el descaro y la astucia criminal de estos profesionales del latrocinio, es importante remontarnos al año 1965 –año de la Res. 2065/XX-, cuando el Secretario de Relaciones Exteriores británico Michaels Stewart38, el 28 de marzo, antes de aceptar a regañadientes y como acto dilatorio la Res. 2065/XX, explícitamente expresa que los derechos británicos sobre las Islas Malvinas residen en el gobierno de la autoridad colonial y no en sus habitantes, argumento que se condice con lo ocurrido en unas colonias del Índico poco después, cuando el Reino Unido decide impulsar por intereses geopolíticos la “Independencia de Mauricio” (hoy Rep. De Mauricio)39, pero no sin antes separar el Archipiélago de Chagos40 –de 55 islas- y “arrendar” el atolón Diego García41 a EEUU, quien lo acepta a los efectos de instalar una base militar –que aún existe como un “portaviones en tierra”- para controlar los movimientos de la flota soviética. Pero lo más importante de esta entrega y aceptación de un territorio colonial británico a su histórico socio de tropelías, fue que ésta se realizaría con la única condición de que se hiciese sin población indígenas: una roca “solo con Gaviotas”, libre de “Tarzanes y Viernes de orígenes oscuros”42, explica un alto funcionario británico expuesto luego de la desclasificación de un cable.

 

Dicho y hecho. La tarea expulsión del pueblo chagosiano, con meticulosidad e inescrupulosamente se planificó y llevó acabo sin preguntar ni atender los reclamos de los habitantes de aquellas islas, siendo la clara aplicación de aquello lo que el Secretario de Estado británico había expresado sobre Malvinas.

 

La expulsión forzosa e inhumana de uno 1800 pobladores con un pasado de cinco generaciones en esas islas del Índico, fue bien planificada y se produjo con la británica crudeza que los caracteriza, entre 1968 y 1973. Cómo lo hicieron es lo más ilustrativo que podemos encontrar para entender el nivel de descaro, astucia e inmundicia moral contra la que nos enfrentamos desde el nacimiento mismo nuestra independencia, y que no por azar no suele formar parte de la historia que nos cuentan.

 

Para arrancar, a los que por cualquier motivo se iban de las islas, no se les permitía volver; luego, como muchos no podían irse de vacaciones por su precaria situación económica, crearon un anzuelo para que pudieran obtener el sueño de un viaje (“vacacione gratis”) que, cuando terminaba se enteraban que no podían regresar a su tierra. Más tarde, bloquearon el abastecimiento de alimentos, tratando de que los que no se fueran murieran de hambre; pero como algunos habitantes eran muy persistentes y no podían matarlos a sangre fría, comenzaron a asesinar a sus mascotas43 (principalmente perros) de las más creativas y eficientes maneras –una por una o en masa-, y lo mismo hicieron con el ganado. Pero esto solo fue el comienzo de lo que padecieron los chagosianos ya expulsados compulsivamente por los británicos de sus tierras.

 

¿Pero a qué viene la exhibición de este pequeño retrato de accionar británico? Sencillo; sirve para demostrar que la supuesta “autodeterminación” que ellos dicen defender de los kelpers -su implante semoviente en nuestras islas-, no es más que una excusa burda y cínica que se contrasta con lo que ellos mismos hacían con una población realmente autóctona (un verdadero pueblo) en el Indico, en el mismo marco temporal. Esto exhibe con nitidez cómo, mientras por un lado esgrimían una bandera, por otro la quemaban al fuego de sus inescrupulosos intereses, junto a su eterno aliado de tropelías.

 

Nunca les interesó respetar los “deseos” de los isleños, ni la aberración jurídica que la “autodeterminación” significaba para sus ya raquíticos y amañados argumentos –o las contradicciones de su propio accionar con eso que decían defender-, sino más bien, lo que les interesaba –e interesa- era implantar en la opinión pública internacional que los isleños que ellos habían sumido en el retraso, ahora debían a ser escuchados. Debía respetarse, siempre que les fuera conveniente, la decisión de un asentamiento poblacional precario que, en 1975, según el propio Informe Shakleton39, se encontraba en una situación feudal, a raíz del desinterés de la Corona.

 

Para observar toda la falacia que ellos conscientemente montan para pervertir a la opinión pública, deberíamos analizar las palabras del reconocido diplomático británico Denzil Dunnet44(pag.178) quien, antes de que se aprobara la Res 2065/XX, recordaba las palabras del ex Primer Ministro Británico45 -anterior a Margareth Tacher-, líder del partido Conservador durante una década (1965-1975), Edward Herth46, en el parlamento47:

  • “Los isleños, al votar como es previsible que voten -en un referéndum-, probarán que no reúnen ninguno de los requisitos para gozar de ese derecho (autodeterminación de los pueblos). Dirán que: desean pertenecer al estado colonial. Y que no se consideran distintos a la sociedad del Reino Unido”.

Además, agrega:

  • “No poseen identidad cultural. No descienden de un pueblo autóctono. No se sienten víctimas de una opresión. No quieren la independencia”.

Concluyendo que:

  • “Demostrarán, así, algo que la Argentina ha sostenido siempre: que esos isleños no forman un pueblo y, por consiguiente, carecen del derecho de autodeterminación”. Y que, “como británicos, que son y han de proclamarse, no podrían tampoco ser árbitros en un conflicto entre su país y la Argentina”.

Así sucedió en 2013 en la pantomima montada en nuestras islas que nadie en el mundo reconoce48, y que la propaganda británica hizo llamar “referéndum” en Malvinas49. Y tal como lo había predicho el funcionario británico: los isleños terminaron de demostrar su carácter de población implantada e instrumento semoviente colonial británico.

 

Mientras la Corona británica entre 1965 y 1968 planificaba la “independencia” de Mauricio, la enajenación de Chagos por temas geoestratégicos a manos estadounidenses y veían cómo hacer para entregar esos territorios sin habitantes, a nosotros nos presionaban -hasta hoy- para que tergiversemos los términos de la Resolución 2065/XX y que pisemos el palito -incluso en el más insignificante documento- consintiendo respetar los “deseos” de falaz “autodeterminación” de la colonia en Malvinas, que el propio Foreing Office había dicho que no tenía la potestad de limitar las decisiones de la corona.

 

En 1968, a causa de las presión que ejercía el contexto internacional para avanzar en la negociaciones por la descolonización en todo el mundo, se consensuó –otra estrategia dilatoria- el Memorándum de Entendimiento50 por el cual el Reino Unido se comprometía en “un plazo no mayor de 10 años” a “reconocer la soberanía argentina” sobre Malvinas, si Argentina se comprometía a realizar determinadas acciones que apuntaran a respetar los intereses de los kelpers: es decir, facilitar su vida en general y fortalecer la integración con la parte continental. Pero mientras esto sucedía, por otro lado, la corona apoyaba que la Empresa colonial que manejaba todo en las Islas desde 1850 (Falklands Island Company Holding51) financiara e incentivara la creación de un lobby Kepler destinado de romper todo intento de solución pacífica.

 

La idea de fomentar esta tercera pata –de palo-, era hacer como que realmente les importara lo que pensaban o sentían los isleños a quienes habían tenido aislados y abandonados. Pero todo era una artimaña dilatoria para indefinidamente mantener “conversaciones” y no iniciar las verdaderas “negociaciones” por la descolonización. Actitud que ellos mismos sabían hacía peligrar la paz en la región, no solo porque lo sospecharan, sino porque la diplomacia argentina se lo hacía saber, y lo debatía oficialmente el propio Foreing Office: “solo después del viaje he podido concebir la fortaleza del sentimiento argentino y salvo que la soberanía fuera seriamente negociada, y en el largo plazo, cedida, muy posiblemente terminaremos en un conflicto armado con Argentina (1968)” (Lord Chalfont52).

 

El memorándum –que es un estatuto consensuado que expone la debilidad argumental británica y contiene lo que aún Argentina espera del Reino Unido-, como era esperado y planificado por RU, terminó fracasando y estancó toda posibilidad de negociación, muy a pesar de que la AGNU había dictado la Res 2621/XXV-7053 exponiendo la urgencia de terminar con el colonialismo en cualquiera de sus formas, por considerarlo un crimen contra el derecho internacional. Pero esta paralización que en el auge de la descolonización “desprestigiaba” a la potencia usurpadora, era algo muy conveniente y calibrado por la diplomacia británica, que ya para 1971 tenía una solución a los efectos de continuar aprovechándose de la buena fe argentina. Así se gestó la “Declaración Conjunta referente a la apertura de las comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio Continental argentino”, más conocida como “Acuerdo de Comunicaciones de 1971”54.

 

Con este acuerdo lo que buscaba el Reino Unido y la Compañía británica que poseía y posee todo en las Islas desde 1850, era abaratar los costos de la colonia, transfiriéndolos a la República Argentina, bajo la fachada de respetar los términos de la Resolución 2065 que nunca les intereso acatar, e integrar a los kelpers con los argentinos, cosa que tampoco quisieron jamás. También servía, obviamente, para disminuir los costos políticos por las colonias que tenía a lo largo y ancho del mundo, y los desastres humanitarios que estaba llevando adelante y que iba a realizar para sostener la mayor cantidad de colonias posible.

 

La República Argentina les suministró a los kelpers petróleo (combustibles), gas, una pista de aterrizaje, educación, asistencia sanitaria de urgencia, becas, etc. Tan grande fue el aporte argentino, que la AGNU por medio de la Resolución 3160/WWVIII55, del 15 de diciembre de 1973, reconoció a nuestro país “los continuos esfuerzos realizados para facilitar el proceso de descolonización y promover el bienestar de la población de las islas”, y pidió, además, que “se aceleren las negociaciones previstas en la resolución 2065, para arribar a una solución pacífica”, a la vez que se mostró preocupada por los ocho años sin avances en la en la descolonización del archipiélago.  

 

¿Y cuál fue la respuesta del Reino Unido? Provocar el rompimiento de todo lo establecido, enviando sin autorización previa, una expedición para analizar las potencialidades económicas de las islas, que debía llegar a Malvinas -ni más ni menos que- el 3 de enero de 1975, encabezada por Lord Shackleton.

 

El informe producido -que llevó el nombre del científico y político inglés- si bien terminó diciendo entre otras cosas que los isleños no estaban en condiciones de analizar su autodeterminación con realismo “por su lejana dependencia”, era una clara provocación que, además, exponía la debilidad argumental y militar británica. Ante este informe, y para evitar que Argentina tomara una decisión como la que tomó en 1982, el Reino Unido envío un representante para seguir en la misma estrategia de “mostrar la zanahoria”, y tratar de evitar la descolonización por medio de la dilación de una negociación real y leal.

 

“NO podemos fácilmente llevar una reclamación válida debemos solamente evitar la discusión con Argentina sobre este tema”, decía un alto funcionario británico a propósito del Informe de De Berharndt (1910)56 . Otro funcionario del Foreing Office de enorme importancia como lo fue George H. Fitzmaurice, dijo: “lo mejor que podemos hacer, es quedar en silencio, evitar toda discusión y agarrarnos con todas nuestras fuerzas a las islas” (1936). Y así fue que luego de 149 años de usurpación, aprovechamientos y elaboradas dilaciones, se produce la heroica gesta de recuperación que, por 74 días, rompió casi una centuria y media de indiferencia que la diplomacia británica había planteado, no solo tácita sino explícitamente, para jamás discutir con seriedad la descolonización.

 

Luego de terminado el conflicto bélico, y habiendo el Reino Unido asesinado a 63257 argentinos para seguir en calidad de usurpador en nuestro Atlántico Sur, recuperamos la democracia, y con ella, se impuso una nueva etapa -de “soft power”- para la Causa y la Cuestión Malvinas, que el sociólogo Alain Rouquié58 llamó “desmalvinización”. Una política que, entre otras herramientas, usó el genocidio de la dictadura para tratar de mezclar la Gesta de Malvinas con las violaciones a los derechos humanos y así confundir a la opinión pública argentina, tratando de injertar la falaz idea de que habíamos perdido la soberanía de las islas en la guerra y por culpa de la dictadura genocida. Cosa que es totalmente falsa, porque la propia AGNU se encargó de dictar una resolución –la 37/959- a unos meses de terminado el conflicto bélico, donde expuso que la guerra no había alterado en lo más mínimo la necesidad de descolonizar el Atlántico Sur.

 

Esta política -de desmalvinización- vio su máxima evolución en la presidencia de Menem, en donde también se conjugó con otra que buscaba la “seducción” a los kelpers, y que, en este caso, no solo sirvió al Reino Unido como política dilatoria sino como factor de consolidación de la colonia británica, ya que los Acuerdos de Madrid (198960 y 199061), junto con la sanción de la Ley 23.77562 de provincialización de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur63 y las “relaciones carnales” con EEUU64 que apuntaron a destruir toda la industria nacional –incluso todo lo relacionado con las fabricaciones militares-, llevaron a la Argentina a un callejón de indefensión militar y diplomática y una fortalecimiento del enclave colonial británico en el atlántico Sur, tanto en el plano militar como económico, puesto que, a partir de entonces, la pesca y los permisos de petróleo serían el impulso para el crecimiento económico en nuestro territorio usurpado.

 

Y para que vemos solo algunos ejemplos de cómo siempre hicieron lo mismo (aprovecharse de la buena fe argentina en las negociaciones) voy a citar algunos casos de esta vergonzante práctica sucedida en los 90´…

 

A pesar de todas las concesiones realizadas por nosotros en los Acuerdo de Madrid, en detrimento de nuestros propios intereses, y que ellos prohibían la pesca en determinadas zonas denominadas áreas de conservación, la respuesta del Reino Unido fue otro acto unilateral que violaba lo pactado: un “área de administración pesquera”. Ante esta afrenta la genuflexa respuesta por parte de nuestro país fue autorestringirse la pesca por todo el año 93´ para no perjudicar a los isleños, que hacía rato ya estaban otorgando licencias ilegalmente.

 

Por otro lado, y bajo este misma actitud de impunidad, altanería e irrespeto, ignorando el Artículo 3º del citado acuerdo donde se sostiene que el objeto primordial de él es “aumentar la amistad y cooperación”, la criminal potencia usurpadora, haciendo uso de su recurrente, característica y premeditada mala fe, a poco más de un año de los Acuerdos de Madrid, nuevamente de manera unilateral y en flagrante incumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas (específicamente la 31/49 surgida en diciembre de 197665 adoptada luego de la expedición Shackleton), comienza a violar los acuerdos en lo referente a la exploración de hidrocarburos, autorizando la realización de prospección sísmica, que es el primer paso para la búsqueda de petróleo.

 

En 1994 la potencia cancerígena, nuevamente a contrapelo de lo estatuido en los acuerdos, extiende su ilegítima jurisdicción marítima al noroeste de Malvinas, donde se proclama dueño y señor del patrullaje y la pesca, y, no satisfecho con ello, empieza a otorgar licencias para la explotación pesquera en las Islas Georgias.

 

En 1995 se crea la “zona de cooperación integral” a través de una declaración conjunta, donde ambos gobiernos se comprometían a “cooperar para alentar actividades de prospección y explotación petrolera, costa afuera del Atlántico sudoccidental”. Esta declaración contenía un inquietante “detalle”: los territorios de la zona de explotación petrolera conjunta, abarcaban espacios que eran indiscutidamente argentinos, lo que significaba un antecedente realmente nefasto para nuestro país y un triunfo para la diplomacia inglesa. Seis días después de esa declaración, en una clara estrategia de la potencia usurpadora, el mecanismo colonial kelper -obviamente por impulso de la metrópoli-  convoca unilateralmente a explorar las aguas adyacentes en busca de petróleo, lo cual no solo rompía lo que se habíamos pactado, sino que ampliaba la zona de búsqueda y explotación a 4 veces la superficie pactada en el acuerdo, al norte y al este de Malvinas. Una convocatoria que excluía explícitamente a YPF, por supuesto.

 

Así fue siempre, incluso durante la ruinosa gestión de Mauricio Macri, que solo fue otro ensayo de la política de desmalvinización. Una gestión que describo con precisión en mi libro “EL CIPAYATO. Breves memorias de una entrega vertiginosa”66.

 

CONCLUSIÓN

 

En principio…

 

1- La disputa no es por la soberanía, sino por la descolonización, ya que la fórmula “disputa de soberanía” a la que se refiere la 2065 es el marco del proceso de descolonización que establece la Resolución 1514. Confundirse o comunicar la cuestión de esta manera imprecisa solo facilita la tergiversación que usa la aceitada diplomacia británica para implantar culturalmente que la disputa es si la soberanía sobre Malvinas, es argentina o británica, cuando en realidad solo está en discusión una faceta de ella -su ejercicio pleno-, producto del enclave colonial que la comunidad internacional llama a descolonizar.

 

2- Por otro lado, es importantísimo dejar claro que en términos del derecho internacional, no puede denominarse ¨pueblo¨ al asentamiento colonial británico de las Islas Malvinas, por la sencilla razón de que la población originaria de nuestras Islas fue expulsada para implantar no solo otras personas sino un sistema inmigratorio racista y xenófobo, con el objetivo de romper la integridad territorial argentina, en un tiempo donde mediaban tratados de paz y claros reconocimientos de soberanía en numerosos instrumentos internacionales, primero de España, y luego, por la sucesión de estados, de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

 

Este claro acto antijurídico premeditado –la usurpación británica de Malvinas en 1833-, enmarcado en la segunda expansión colonial europea, jamás fue consentido por nuestro país y fue siempre protestado -en todo tiempo y lugar- desde la mismísima anexión colonial, por lo que, tampoco existe la posibilidad de una prescripción de nuestros derechos, como en algún momento se quiso el Reino Unido invocar, en 1930.

 

Un dato insoslayable para comprender el carácter colonial del implante semoviente británico, es que muchos de los actuales habitantes arribaron a Islas Malvinas en postrimerías del año 1982 por impulso de la empresa colonial que estaba decidida a explotar los recursos pesqueros de las Islas -acto que está vedado por la ONU desde Resolución  31/4967, desde 1976-. Ese impulso depredatorio del recurso ictícola argentino, es importante decirlo, tuvo un impacto extremadamente gravoso a nivel ambiental, según propios informes británicos que explicitan que a medida que la actividad ictícola depredatoria se acentuaba, sus daños colaterales eran realmente alarmantes.

 

3- “La fiebre de la pesca” impulsada por el Reino Unido desde la finalización de la guerra, para arrancar, en los primeros 8 años (1984-1996), mató 5 millones de pingüinos de los 6 que había registrado en 1984 un estudio financiado por el propio ilegítimo gobierno kelper. Así lo pudo demostrar otro estudio realizado, en este caso por Mike Bingham entre 1993/9668 -encargado por el propio gobierno de ocupación colonial-, que nos permite ver con nitidez otro ejemplo del proceder y objetivo de la colonia británica en el Atlántico Sur.

 

Repito, en un lapso de 8 años, quedó demostrado que la colonia británica en Malvinas mató de hambre al 80% de la población de pingüinos de nuestras Islas Malvinas, ya que la depredación pesquera frenética y descontrolada, sin más incentivo u objetivo que engordar los bolsillos de la corona y así poder sustentar la militarización de Islas –“crear la fortaleza”-, hizo mermar a niveles insostenibles los calamares y peces con los que se alimentaban.

 

Pero este estudio no solo visibilizó el holocausto ambiental de aquel entonces y que sigue llevando adelante el Reino Unido, sino que evidenció el perfil anacrónico, voraz y criminal impreso en la actividad colonial de extracción de recursos por parte de la metrópoli, ya que, cuando se hizo público, el investigador fue amenazado de muerte en varias ocasiones por personas de la colonia que, una vez descubiertas, fueron apañadas por las implantadas autoridades de las islas, tanto políticas como policiales. No contentos con esta complicidad, luego terminaron expulsando de Malvinas al biólogo amenazado y perseguido, solo por osar decir la verdad y atentar contra el establishment de la colonia.

 

Esta aberrante situación que plasma un claro, conocido e histórico comportamiento británico, hizo que Mike fuera a la Corte Suprema de justicia de la Corona, y esta, el 25 de noviembre de 2003, determinó que los actos de los miembros del ilegítimo Consejo Directivo de las Islas y sus autoridades de seguridad –persecución, apremios ilegales, amenazas de muerte y expulsión– eran un total abuso a los derechos humanos, y que, por ello, eran “moral y constitucionalmente indefendibles”69. Pero la cosa no quedó ahí, como el estudio había que hacerlo desaparecer o desacreditarlo, se trató de imponer el falaz relato de que las muertes de los pingüinos era un fenómeno regional producto del calentamiento global, pero esto termino rápidamente siendo desmentido, porque el estudio también se hizo simultáneamente en Chile y Argentina sobre poblaciones

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